El número de empresas que se crean cada año es impresionante; somos de verdad un país muy emprendedor.
Y es habitual que muchas de estas empresas de nueva creación, cuenten con un asesor para la gestión de todo el proceso de constitución. Es decir, ayudar en la redacción de los estatutos, Hacienda, Seguridad social, etc.; en definitiva, colaborar en el proceso de creación de la sociedad, y dejarla lista para comenzar la actividad.
Muchas de estas empresas tienen éxito, pero como dice el refrán, “todos los comienzos son duros…”
Solo conseguir que un negocio que acaba de comenzar genere suficientes ingresos para cubrir los costes mínimos de arranque es un logro. Y en muchas ocasiones, cuando este proceso se hace muy largo, es difícil aguantar salvo que se disponga de recursos suficientes y por desgracia lleva a que la empresa tenga que cerrar.
Por ello, es de vital importancia, tener claras varios aspectos fundamentales antes de comenzar la andadura. Y en muchos de estos aspectos, el papel de un asesor externo es vital, y no solo para los trámites de la constitución de la nueva sociedad.
En primer lugar, todo negocio nace de una idea, pero ¿son todas las ideas realizables? Todos sabemos que no, pero cuando se trata de la nuestra, no tenemos dudas de que será un éxito. Una visión externa, objetiva, con experiencia en la gestión de empresas, puede aportar algo a esa idea para hacerla más realizable. La revisión del plan de negocio o incluso la confección del mismo puede ayudar a ver el momento en que se generarán beneficios, o tener claros y definidos los recursos que será necesario invertir para llevar a cabo la idea. Otra vía de colaboración en esta fase inicial puede ser la realización de un análisis de mercado que permita verificar si hay demanda para el producto o servicio, o cuales deben ser los canales de venta más adecuados…
Ya tenemos nuestra idea, pero nuestro plan de negocio nos dice que, en 6 meses, o generamos un volumen de ingresos, el que sea, o no tendremos un euro para continuar… ¿De dónde podemos generar estos fondos? ¿Cuáles son las alternativas que se ofrecen en el mercado? ¿Qué es eso del crowdfunding? Sin duda un asesor nos podrá arrojar luz a estas cuestiones, y proponer las alternativas más adecuadas.
Bueno, respondidas las preguntas anteriores, parece que nuestra idea puede ser exitosa, ya que el plan de negocio “encaja” y se dispondrá de los recursos necesarios. Ahora toca decidir la estructura más adecuada en función de nuestras posibilidades. Hay preguntas que nos deberíamos plantear:
¿Cuántos socios empezamos? ¿Está claro y definido el valor de lo que aportamos cada uno? No siempre las proporciones tienen que ser equitativas, pero siempre deben estar equilibradas respecto a lo que aporta cada uno.
¿Vamos a permitir la entrada en un futuro cercano a otros socios? ¿debemos entonces planificar ya una estructura que facilite esta futura entrada?
¿Debemos “aceptar” unos estatutos estándar o queremos tener claras las reglas del juego y adaptarlas a nuestras necesidades?
¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre los distintos tipos de sociedad, o incluso compararlo con la alternativa de comenzar como empresario individual? Y ante la necesidad imperiosa de fondos en los inicios, ¿con qué estructura optimizo mejor mi carga fiscal? ¿Qué deducciones me puedo aplicar?
Sin duda, las respuestas a estas preguntas quedarán mucho más claras con el apoyo de un asesor con experiencia en los ámbito legal y tributario.
Nos queda lo más fácil, y vuelvo al principio… Vamos a dar forma a todo esto, y vamos a constituir la empresa, y registrarla para poder empezar a funcionar, que ya tenemos ganas… No voy a ahondar más en la importancia de un asesor en esta fase, que principalmente logrará que toda la gestión se haga de forma fluida, sin retrasos y dejarlo todo listo en un plazo razonable.
Y Aunque estemos hablando en este post de crear, de construir, de generar valor y suene mal decirlo, el proceso de “cierre”, si se da el caso, es de vital importancia para dejar las cosas lo mejor posible, evitando problemas, procurando una salida ordenada, para no comprometer más recursos de los necesarios, incluso el patrimonio personal, y quién sabe, poder volver a dar forma a nuevas ideas de negocio. Nos surgirán preguntas en esta fase: ¿Cómo liquido mi empresa? ¿Debo presentar un concurso? ¿Qué es eso del preconcurso? ¿Qué consecuencias puede tener continuar apostando por el negocio?… ¿Qué es eso de la “segunda oportunidad”? Sin duda, nuestro asesor podrá ayudarnos también en esta fase y diseñar el modo más adecuado de salir, o de continuar, por qué no…
Nos han surgido muchas preguntas, de muy diferentes ámbitos, legal, tributario, económico, financiero… No sé si es posible dar respuesta a todas ellas, porque la mera transformación de una idea en un negocio tiene un componente de riesgo empresarial que no podemos desechar de la ecuación, pero destaco la importancia de tener la mayor información posible para que podamos centrar nuestros principales esfuerzos en llevar la idea hacia adelante y sentirnos acompañados en todo este proceso por una firma profesional de asesoramiento que pueda ir dando respuesta a muchas de las dudas que se vayan planteando.
Artículo publicado por Víctor Alió, Socio Director de Audalia.