Pues sí, amigos, de vuelta sano y salvo después de una de las experiencias más enriquecedoras que una persona del mundo ‘rico’, valga la redundancia y la doble moralidad, puede vivir.

Primeramente, me gustaría mencionar el temor, por no decir pavor, que teníamos en la firma por el hecho de viajar a los países llamados ‘del tercer mundo’. Nada más lejos de la realidad, como en muchos sectores de la vida cuotidiana, el poder político y su prensa amiga intoxican la información, sólo hace falta leer un poco las notas del Ministerio de Asuntos Exteriores acerca de los tres países visitados. Sin querer quitar hierro a los conflictos bélicos, una vulgar e interesada exageración.

Para finalizar mi introducción, agradecer enormemente las facilidades y la labor de EDUCO en la planificación, colaboración y desarrollo del trabajo realizado.

Iniciamos nuestro viaje, Xavi y Gerard (colaboradores de EDUCO) y un servidor, con las pilas cargadas y con los ojos de ‘ver’ bien abiertos, ante la aventura que comenzábamos y el carrusel de aviones que nos esperaba.

La primera parada fue Dakar (Senegal), afortunadamente llegamos un sábado por la noche; tras un vuelo de lo más desagradable, dadas mis dimensiones, en una de las ‘maravillosas’ compañías de low cost, por no mencionar la terrible espera diplomática en el aeropuerto de Dakar para validar nuestros visados y pasaportes. Digo, afortunadamente, porque disfrutamos enormemente del domingo con una gran jornada de Turismo por el Lago Rosa y la Isla Goree.

Tras dicha jornada jovial, como todo lunes a primera hora, asistimos a las oficinas de la sucursal en Senegal de EDUCO, para iniciar la auditoría en forma de Revisión Limitada. Tuvimos la suerte de contar con la colaboración de una ‘compatriota’, ya que la delegada de Senegal de EDUCO era nacida en el País Vasco, aunque el Director Financiero (Sr. Demba Coundoul) era autóctono. Tras dedicar unas horas al reto de asimilar los procedimientos contables del Plan
Contable Africano y con la estimable ayuda de mis compañeros de viaje, el trabajo empezó a carburar y fuimos extrayendo las primeras conclusiones. Desarrollamos el trabajo de campo tres días consecutivos y el cuarto, tras exponer nuestras conclusiones, se nos propuso asistir a centros de ayuda a donde iban destinado los ingresos y gastos que acabábamos de analizar. No lo dudamos ni un momento.

La delegada de Senegal, junto a uno de sus colaboradores, nos realizó unas visitas guiadas por los proyectos más próximos para que observáramos la cruda realidad y el día a día de una ONG responsable y volcada en la educación y ayuda de los más pequeños.

Ni más ni menos, que visitamos dos colegios, un centro de alfabetización para mujeres y una especie de club social de Cajas de Auto Financiación que persigue la educación en el ahorro de las familias.

No podéis llegar a imaginar lo gratificante de estas visitas; personalmente, siempre había estado interesado en poder observar en primera persona el funcionamiento de estos proyectos, su organización, su finalidad, sus beneficiarios. Como no puede ser de otra forma, las conclusiones fueron muy positivas pero, ante todo, y sin poder narrar claramente lo vivido,
me quedo con la cara de los niños, esas caras de gratitud, de ilusión, de lucha, de supervivencia….impresionante. Por el mero hecho de visitarles, de dedicarles una sonrisa, de atenderlos, de prestarles una atención que desconocen, obtenías una carga de energía vital inimaginable.

De vuelta al hotel y con el destino de Malí en la recámara, fue el momento de reflexionar acerca de lo vivido. Un conflicto de sentimientos combinado con un pesimismo existencial latente y una preocupante bipolaridad emocional. Por un lado, estábamos contentos y felices con lo vivido, por otro, te quedas pensando cómo es posible que familias enteras viviendo en
la más absoluta miseria muestren mayor felicidad, amor e ilusión que la mayoría de gente del mundo desarrollado. Difícil respuesta.

Tras uno de los muchos madrugones vividos, nos despedíamos de Dakar (encantadora ciudad que se asemeja a una capital de costa europea de los 80), con destino Bamako (Mali). Dada la confianza que nos dio en todos los sentidos Dakar y Senegal en general, olvidamos por completo el sentimiento de inseguridad que algunos ‘iluminados’ avanzaban. Dicho
sentimiento apareció de inmediato al aterrizar en el aeropuerto y contemplar esa caravana de aviones de Naciones Unidas junto a sus guardianes militares. Fue momentáneo.

La comitiva de EDUCO que nos recibió, comandada por el Director Financiero, el Sr. Victor Tetsoplo, nos tranquilizó y nos dirigió al hotel escogido para el desarrollo del trabajo. No es necesario obviar que en Bamako se respiraba un ambiente hostil de ciudad en reconstrucción lastrada por la Rebelión Tuareg de 2012 pero, en líneas generales y, pese a una
desorganización generalizada que multiplicaba la sensación de peligro, no fue a más.

El trabajo lo realizamos en un hotel de Bamako aunque la sede de EDUCO en Mali está en Segou (al norte de Mali). Planificamos realizar el trabajo en la capital porque el norte de Mali está controlado por las cédulas islamistas de Al Qaeda y no era cuestión de arriesgar.

Fueron dos días intensos con mucha información por validar y con 45 grados de temperatura ambiente pero, qué decir, el contraste de tener la comodidad de un hotel con piscina, comandado por unos sultanes libaneses, a cruzar la calle y ver el ‘estado’ deplorable de cualquier ciudadano, animal, edificio, carretera…, pues sí, párrafo populista, pero ese es el
mundo que tenemos y, en este caso, no es de palabra sino de vivencia.

En Malí, nos quedamos con las ganas de visitar algún proyecto; la situación del país y nuestra ubicación (Bamako) no permitió un desplazamiento al norte donde EDUCO desarrolla la mayoría de sus proyectos. Aún así, el Sr. Tetsoplo nos explicó los programas llevados a cabo en Segou (región al norte donde reside) basados en la educación y el bienestar de los más pequeños, pilares fundamentales de la Fundación.

Tras dos días y medio muy intensos en Malí, nuestro destino nos guiaba un poco más al Este del continente africano, ni más ni menos que a la desconocida por muchos, Burkina Faso.

Tras las eternas esperas de los aeropuertos, llegamos a Burkina. Su capital de nombre impronunciable, Ouagadougou, cuyo significado es ‘donde la gente es honrada y respetada’, nos sorprendió por su relativo orden y nivel de infraestructura, en comparación a Bamako, pero la sede de EDUCO se encontraba a 150 Kilómetros aproximadamente, en la ‘bonita’ ciudad de Ouahigouya. Tras una suculenta comida en la capital, nos dirigimos por carretera hacia nuestro destino, las expectativas no eran muy altas al tener el conocimiento que íbamos a una zona mayoritariamente rural, pero las ganas e inquietudes por conocer nuevos terrenos nos empujaron a iniciar la última etapa del viaje.

A todo esto, a la llegada al aeropuerto de Ouagadougou, nos estaban esperando el delegado de EDUCO, el Sr. Célestin Traoré y la responsable de contabilidad Elisabeth Sam, cuyo trato como en el resto de países fue exquisito. Mucha atención en cualquier sugerencia o incidencia comentada y una tremenda predisposición por aprender, que ya querríamos para las nuevas generaciones del mundo occidental.

Instalados ya en Ouahigouya y, aprovechando la jornada dominguera, solicitamos al Sr. Celestine, tal y como pudimos experimentar en Dakar, que nos paseara por la ciudad y nos permitiera acudir a proyectos en liza de la EDUCO Burkina Faso. En este caso, tuvimos la suerte de visitar un Orfanato y un Centro Nutricional.

A continuación, expongo un pequeño reportaje fotográfico, para que cada uno dé rienda suelta a su conciencia…

Como ya comenté en la experiencia de Senegal, de todo el viaje es con lo que me quedo, sin lugar a dudas.

Tras las inolvidables visitas a los proyectos, descansamos por la tarde en el hotel para planificar la semana de trabajo. Fue una semana intensa, algo aburrida, ya que las carencias tecnológicas eran exageradas pero, ¿Qué se podía esperar?, compensó, que el trabajo realizado fue muy gratificante al ver el interés mostrado por la organización.

Pasados cuatro largos días en Burkina Faso y, previa escala en Túnez, llegó la hora de volver a nuestra vida cuotidiana, llegamos a Barcelona, cansados, satisfechos de la labor realizada y con la barra de energía/vitalidad por las nubes.

Obviamente, quiero agradecer la colaboración y entrega de mis dos compañeros de viaje y colaboradores de EDUCO, Xavi y Gerard, y el resto de personal vinculado en mayor o menor medida a los países y proyectos visitados. Dar las gracias a la Fundación por la planificación y organización del viaje, así como al equipo de AUDALIA por brindarme la oportunidad de este
viaje y por el apoyo desde Barcelona.

Para finalizar, me gustaría apuntar unas pequeña reflexiones, demagógicas y populistas para algunos, pero que reflejan mis sentimientos tras este viaje. Recomiendo a todos los lectores de este artículo, primero, que valoren la labor de las ONGs, mejor dicho, de las personas que viven el día a día y trabajan en ONGs en condiciones lamentables, por la entrega y la lucha que demuestran cada día por hacer más fácil la vida de gente cuyo único infortunio fue nacer en el sitio y hora equivocado. Segundo, que piensen que pase lo que les pase, suceda lo que suceda en este lado del charco, no será peor a lo que pasan y viven por allí. Por último, y, ligado a lo anterior, saber delimitar los grados de importancia de las cosas y tener muy clara tu escala de valores. Lo único que espero con mi redacción es haberles hecho pensar aunque sea un
minuto.

* Antonio Rey es Auditor del Área de Auditoría